domingo, 14 de septiembre de 2008

Durkheim y La Religión como un Hecho Social

LA RELIGIÓN COMO “HECHO SOCIAL”

“Puesto que en la naturaleza solo hay otra

Categoría tal, la social, la realidad reflejada

En las ideas religiosas debe ser la realidad

Social.

Talcott Parsons (1961)

Uno de los grandes avances que haya hecho Durkheim en materia de religión, fue el de separar ésta de la cantidad de tabúes y extravagancias con que había sido cargada por muchos teóricos y en especial “teólogos” que habían enseñado al mundo el carácter de la religión como algo completamente extraño a los hombres pero a lo que, contradictoriamente, debían estar sometidos.

La religión, como lo recalca Durkheim, tiene su naturaleza intrínseca en la sociedad. Pero hay que anotar antes que, si bien la religión surge de la sociedad, es precisamente aquella uno de los factores principales de cohesión social, es decir, que solo la religión dentro de sus parámetros preestablecidos pude funcionar como mecanismo afianzador de la “conciencia colectiva”. De esta forma, el hombre -sujeto a una sociedad de carácter mecánico-, aceptaba la religión en la medida en que sus prácticas sociales se veían determinadas por ella. Cuando éste intenta explicarse la naturaleza de su entorno y la forma como influye en su núcleo social, ve la necesidad de crearse unas respuestas a partir de la experiencia; y es que “si la filosofía y las ciencias han nacido de la religión es porque la religión, a su vez, ha comenzado haciendo las veces de ciencia y filosofía” (Durkheim). Por eso se ha hablado en estos términos de una racionalidad de la religión en tanto ésta actúa de acuerdo a unas teorías implícitas y empíricamente comprobadas.

Haciendo, pues una alusión a una de las practicas relacionadas directa o indirectamente con la religión, Boudon afirma: “el mago es racional, pues posee una teoría y es sobre el fundamento de ésta que él actúa, por lo tanto es racional desde el punto de vista cognitivo”, asimismo es racional en tanto maneja el punto de vista instrumental del que se vale la magia para “producir un resultado considerado útil”[1] (Boudon). La aclaración surge cuando queremos equiparar, desde este punto de vista, la conclusión a la que llega Durkheim[2]. Boudon, refiriéndose a Weber, hará una indicación que nos proporcionará el hilo conductor a seguir: “él [Weber] reconoce que, cualquiera que sea su naturaleza, las creencias normalmente son transmitidas por la educación y la socialización” (Boudon). En este caso, si las creencias religiosas son transmitidas por la “socialización” es evidente que sus prácticas (rituales) están determinadas por el “hecho social”; de igual forma, si dichas creencias están determinadas por la educación, se hace aún más indudable que las ideas religiosas fueron fundadas sobre la base del “posible” entendimiento humano. Pero no por ser –prácticamente- una continuidad tradicional, deja de sustentarse sobre unas bases que solo la -ya nombrada- “conciencia colectiva” podrá brindarle. Refirámonos nuevamente a Boudon para hacer claridad al respecto: “de una manera semejante al pensamiento ordinario o al pensamiento científico, el pensamiento religioso es crítico puesto que quiere asegurar la solidez de las teorías que propone”[3] (Boudon). El asunto que se sigue es que si, -como dice Parsons a favor de la propuesta de Durkheim-, “la sociedad es una realidad moral, y es la única entidad empírica que puede cumplir las exigencias del problema y que tiene autoridad sobre el hombre” (Parsons), los caracteres de la religión, a saber, “lo sagrado” y “lo profano”, tomaran diferentes interpretaciones de acuerdo a la legitimidad que haya dado para si cada sociedad en persona de su “Conciencia Colectiva”. Por eso, la noción de lo “religioso” no pude asimilarse con la de “sobrenatural” pues, como dice Durkheim: “los dioses sirven mucho menos para dar cuenta de las rarezas, monstruosidades y de las anomalías, que de la marcha habitual del universo” (Durkheim). Pero ¿a que viene esta relación con lo sobrenatural?

La concepción de lo sobrenatural nunca estuvo presente en las sociedades de carácter mecánico. A decir verdad, para estos grupos sociales la naturaleza era una herramienta más de trabajo a la que podía dársele un tratamiento espacial (ritual) en busca de los beneficios óptimos que se buscasen. De lo que se sigue que “los rituales son fijados a partir del momento en que demuestran su eficacia” (Boudon). Ahora, implícitamente, al tiempo de establecer una continuidad de rituales (culto), los hombres personifican esas fuerzas naturales y les brindan un carácter de sacralidad, que se gana, como lo dijimos ya, en el momento en que pasan a ser elemento de la “Conciencia Colectiva”. Como dice Parsons, “cualquier cosa es sagrada siempre que la gente crea que lo es. Es su creencia lo que la hace sagrada” (Parsons). La personificación de estos “entes” pasa a ser así, -a mi modo de ver-, el determinante de las practicas religiosas como un “Hecho Social” (en el sentido estrictamente Durkheimiano de la palabra), dado que, como lo hemos expuesto hasta el momento, la religión se cimienta sobre las bases de una creencia inherente al grupo en su totalidad.[4] Pero esta esencialidad solo puede estar representada por el carácter simbólico de dicha personificación que está dado en lo que Durkheim llamaría “El Tótem”. Para Durkheim “El Tótem” constituye el pacto originario en que el hombre se relaciona con la sociedad. Vemos pues que su significancia simbólica no lo identifica en si mismo como figura, sino que adhiere su imagen a esas manifestaciones sociales. En otras palabras “la esencia de un símbolo consiste en que su… valor o significado no es inherente a las propiedades intrínsecas del símbolo mismo, sino a la cosa simbolizada” (Parsons), en este caso de la sociedad como “autoridad moral”.

Para concretar las aproximaciones que me he propuesto hacer sobre una “teoría (Sociológica) de la religión” en Durkheim, solo restaría referirme a las premisas de las que parten las interpretaciones modernas (implícitamente también las de Durkheim) de la religión para darle la interpretación de carácter racional que es preciso sobreponer a una exégesis del autor.

Habíamos dicho, pues, que la teoría de Durkheim descarta completamente el elemento sobrenatural de la religión en función de exponerla como un verdadero “Hecho Social”; hemos dicho, también, que la religión en sus “formas [mas] elementales” tenían los fenómenos de la naturaleza como el mas familiar de los eventos, lo que nos induce a concluir que “las nociones de sobrenatural y milagroso son nociones modernas que no pudieron aparecer mas que a partir del momento en que la ciencia moderna se desarrolla, pues la categoría de lo sobrenatural no podía tomar sentido hasta que la noción de las leyes de la naturaleza no fuera concebida” (Boudon). Lo cierto de todo esto es que, si bien el fenómeno milagroso y sobrenatural de las religiones primitivas no se hacía evidente en su estructura, la naturaleza de estas creencias respondía a una veracidad en sus representaciones simbólicas y en su quehacer de grupo. A este respecto el mismo Durkheim afirma: “así pues, en el fondo, ninguna religión es falsa. Todas son verdaderas a su modo, y todas responden, aunque de formas distintas, a condiciones dadas de la existencia humana” (Durkheim).

En estos términos habría que ampliar una de sus principales concepciones metodológicas, la de “tomar los hechos sociales como cosas”, puesto que, si el fenómeno religioso puede considerarse como un “Hecho Social”, y él mismo hace claridad en las diferencias que relativizan la interpretación de cada sociedad, tenemos que, en palabras de José Antonio Pastor: “la diferencia no está en los hechos observables sino en el ‘ojo del observador’.” (J.A. Pastor). Así, el investigador no puede caer en el error de desentrañar conclusiones de un hecho social (por el sólo hábito de tomarlo como “cosa”) sin tener en cuenta, de antemano, la realidad completamente única de cada “Hecho Social” –llámese aquí “Fenómeno Religioso”-. Para finalizar, citemos otro ejemplo de Raymond Boudon que redondea la idea que acabamos de plantear: “…hacemos una diferencia entre quien hace el fuego y quien llama a la lluvia porque interpretamos nuestras observaciones a través de nuestro propio saber” (Boudon). Queda claro, pues, que cada observación se relativiza en la medida en que el investigador analiza desde diversas perspectivas 1) la visión exteriorizada del Hecho y 2) esta visión teniendo en cuenta el sentido que toma tal Hecho dentro de la autoridad Moral de la sociedad que lo alberga.



[1] Como veremos, R. Boudon hace claridad en el hecho de que todas las practicas religiosas (llámese también, Mágicas) están sustentadas en teorías que le brindan un carácter de legitimidad ante el grupo social; así, “la acción de quien prende fuego es tan mágica como de quien llama la lluvia, en el sentido de que el efecto se explica en los dos casos por el hombre primitivo gracias a unas teorías donde se postula la intervención de espíritus.

[2] Sabemos que lo que concluye Durkheim es que el “fenómeno religioso” es en sí un “hecho social”.

[3] Aquí Boudon está haciendo referencia a la teoría “falsacionista” expuesta en la R.C.S.

[4] En este punto me refiero explícitamente a la disposición “Moral” de la sociedad en tanto “Ser Psíquico” o representación colectiva de los individuos y la necesidad de cristalización de su vida en sociedad bajo una autoridad moral, a saber, las instituciones. [argumento extractado del desarrollo de la clase].


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